Por decir algo

Más modestia no puede expresar esta frasecita recurrente, de uso muy común. No cabe duda de que tomar la palabra supone a veces una gran responsabilidad, pues uno nota que el silencio y la atención pesan, y que le están escuchando a uno de veras. Es entonces cuando uno se da cuenta de que hablar por hablar no viene demasiado a cuento. No debería venir a cuento nunca, la verdad. Hablar en broma o hablar en serio son las dos opciones más lógicas, pero esa mezcla híbrida de decir por decir algo, medio entre risas medio entre veras, solo confunde a uno mismo y a los demás. Ahí es donde resulta necesario introducir esta cuña, que es, a todas luces una excusa o un intento de quitarle fuerza a las propias palabras, ya sean previas o posteriores a la muletilla de marras.
También ocurre que los seres humanos somos muy mentirosos (¿quién lo iba sospechar?) Y tras ese 'por decir algo', tan humilde, soltamos la mayor burrada o la más grave acusación —o sencillamente lo que pensamos—, aunque, como el que deja caer una chinita en un gran lago, sin querer que apenas se note pero esperando que las ondas que produzca se conviertan en un espantoso tsunami.

Yo, por decir algo, creo que esa película no nos va a gustar nada.

"La conversación se había empantanado en arenas movedizas. De ahí ya no la sacaría nadie. Me puse de pie, y el dueño de casa, con gran dificultad, apoyando en el sillón las manos temblorosas, hizo lo mismo.
"Su casa es muy bonita", dije,
por decir algo."
[Jorge Edwards, El anfitrión, 1987]

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