No es porque yo lo diga, pero...

El escaqueo, el lanzamiento de piedra y escondida de mano, el escurrimiento del bulto es mucho más evidente en esta complementaria y larga muletilla. La diferencia es que aquí el sujeto es aún más impersonal. Ni siquiera es un aquél indefinido, un cualquiera. ¿Quién es? Misterio. Y misterio inquietante.
“Yo no sé quién es el que lo dice (¡mentira!), y, ni siquiera es que esté totalmente de acuerdo con él, pero... ¡aviso, advierto, alerto...!” Desde luego ese ser que dice (que no soy yo, ¿eh?) y que no se sabe quién es, da la sensación de que debe de ser alguien con cierto poder, porque la muletilla suena claramente a amenaza... más o menos grave.
Un espía que se ha infiltrado en las altas esferas y viene ahora a regalarnos con la advertencia. Insolidaridad a ultranza.

No es porque yo lo diga, pero todos los que se fueron al cine el otro día, puede que hoy tengan problemas.

Aunque, profundizando un poco más en la semántica de la frasecita, tampoco es que haya que buscar siempre a un sujeto definido, a un responsable individual de lo que se vaya a afirmar después, es decir, a alguien con nombre y apellidos. Usamos en muchas ocasiones esta muletilla para hacernos eco de la opinión que podría tener una multitud anónima y normativa, de una vox pópuli con la que no queremos identificarnos por pura vergüenza pero que... habría (tal vez) que tener en cuenta, ¿no?
Miedo. Puro miedo a la responsabilidad de lo que está pasando.

La verdad es que, no es porque yo lo diga, pero marcharse al cine así, un día de diario...

DESI.- (Más relajada, haciendo pucheros) Él no es malo, señorito, se lo juro. El señor cura se lo puede decir que, no es porque yo lo diga, pero en el pueblo no había fiesta sin el Picaza.
[Miguel Delibes. La hoja roja, 1986]

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