Es un decir

Algo más arcaica que las anteriores, y quizás más arrastrada, y por lo tanto vergonzante, se trata de una muletilla “a posteriori” mediante la que se le quita a lo dicho toda la carga de acidez posible. Lingüísticamente el mecanismo consiste en despojarse uno de la responsabilidad de lo que acaba de decir para culpar a las masas anónimas, que son las que dicen decires o dichos. Hay veces que se pronuncia en el último instante, precipitadamente, como suplicando ser bien entendido, o sea, rogando que los contertulios no cojan lo dicho por donde quema, ya que no es físicamente posible darle a la tecla de borrado hacia atrás y tragarse uno directamente las irreflexivas palabras que acaba de pronunciar.
Aunque también detrás de esa añagaza puede que se esconda cínicamente la voluntad de atreverse a afirmar algo que va a herir a alguien que está presente.

La gente va mucho al cine porque no tiene nada que hacer; bueno, es un decir.

“- ¿Tan visto te tiene? -le pregunté a Raimundo.
En la voz de él noté que había registrado la alteración de la mía. Me conoce demasiado.
- Bueno,
es un decir. No me he acostado con ella, si es eso lo que me quieres preguntar.”
[Carmen Martín Gaite. Nubosidad variable, 1992]

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